Precisamente
ayer hablaba de esa tendencia tan extendida -y tan humana- en la izquierda
española de acusar a los demás de los propios defectos.
Ese
rasgo corre parejo con otro, que consiste en proclamar consignas altisonantes y
solemnes como normas de conducta que deberían extenderse por toda la sociedad,
pero en actuar, en su vida personal, en un sentido diametralmente opuesto.
Ahí
van unos cuantos ejemplos: criticar a un ministro por buscar medios legales de
pagar menos impuestos, afirmando solemnemente que jamás tendrás a alguien así
en tu consejo de ninistros, pero en cuanto los casos te empiezan a salir
como setas (y, en algunas ocasiones, los medios no solo no son estéticos, sino
incluso dudosamente éticos), te olvidas de esa proclama; decir que un ministro
no debería vivir en un ático de seiscientos mil euros, pero en cuanto puedes te
compras un chalet en la sierra por un precio (declarado) exactamente igual;
sostienes que deben limitarse tanto los mandatos como los sueldos percibidos
por los políticos, pero cuando te afecta a ti vas ampliando repetidamente los
límites hasta dejar la decisión a tu propia discreción; afeas que la mujer de
quien fuera presidente de Gobierno llegue a alcaldesa de la capital, pero no
tienes vergüenza alguna en colocar a tu calientacamas de ministra de lo
mismo da; defiendes el acoso a políticos como una muestra de jarabe
democrático, y criticas a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado
como matones del régimen, pero cuando eres tú el acosado recurres a esas
mismas fuerzas del orden para que vigilen tu casa; afirmas muy solemne que
nunca pactarás con golpistas, separatistas, terroristas o comunistas, y cuando
llega el momento pactas, no con uno de ellos, sino con todos a la vez para
crear la mayoría Frankenstein más monstruosa (pido disculpas a la
criatura salida de la pluma de Mary Shelley) que han visto ojos humanos… ¿Para
que seguir?
Cuando
una conocida -es dudoso que lea el blog, así que poner su nombre no tiene
sentido- señaló alguna de estas incoherencias, di con el término que las
definía, y que es el que da título a esta entrada. Pensaba haber sido
completamente original, pero en los últimos días me lo he encontrado un par de
veces en la llamada prensa escrita. Si ha habido plagio por mi parte, no
he sido consciente, pero mi orgullo por la presunta creación se ha visto algo
capitidisminuido.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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