sábado, 12 de septiembre de 2020

Epidermis de cebolla

Cuando los neocom eran poco más que un rebaño de agitadores callejeros, consideraban que el acoso a políticos, las pintadas, el interrumpir o impedir conferencias, el alegrarse del uso de la violencia contra las fuerzas del orden y otras lindezas por el estilo no eran otra cosa que el sano ejercicio de la libertad de expresión.
Ahora bien, cuando son ellos los que están montados en el cargo -y en el coche oficial, y en el suelo oficial, y…-, recurren a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para que la gente (esa a la que iban a defender de la casta en la que se han convertido en menos tiempo del que se tarda en escribirlo) no pueda ejercitar sanamente el derecho a la libertad de expresión frente al domicilio particular del Chepas y su calientacamas -ni gritar ¡Viva España!, ni hacer que suene la cutre pachanga fachosa para que la escuchen los marqueses de Galapagar-, y se sienten molestos por una presunta pintada en el asfalto, cerca de su lugar de vacaciones, en la que se equipara a Junior con un miembro del género Rattus.
Sin embargo, la ausencia de denuncias efectivas ridiculiza el sufrimiento que dicen haber sufrido. Y si sufren… pues que se jodan, que ya les sufrimos todos los españoles, los que somos de bien y los otros.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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