viernes, 4 de septiembre de 2020

Aquí no hay verdaderas mujeres de César

Por más que la Constitución declare, en su artículo primero, que España es un estado social y democrático de Derecho, lo cierto es que, casi desde el principio y desde luego antes de que hubiera transcurrido una década desde su entrada en vigor, lo que impera en España es la partitocracia: todas las instituciones del Estado, si son pluripersonales -Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Supremo, Tribunal Constitucional, Tribunal de Cuentas… y lo mismo a nivel autonómico- reflejan una división de afinidades partidarias que, cuando menos, arrojan una sombra de duda sobre la imparcialidad que debería presidir sus actuaciones.
Cuando los partidos políticos de derechas no están en el poder, hacen proclamas por las que juran y perjuran -más esto que aquello, como se verá- que, si llegan al poder, cambiarán las leyes para que cambien las cosas. Pero una vez la derecha ocupa el poder, sigue con el mismo estado de cosas con el que se encontró, que fue el planteado por la izquierda que decretó, con toda la desfachatez del mundo, la muerte de Montesquieu.
Por eso, cuando Vox y Ciudadanos criticaron el pacto entre PSOE y PP para repartirse los miembros del Conejo General del Joder Judicial, fue, creo yo, porque no pinchan ni cortan nada en ese reparto. Porque cuando el PP perdió la mayoría absoluta, y parecía que el partido pomelo iba a comerles la tostada, ese partido de la nueva política entabló conversaciones en orden a la elección de miembros de alguno de esos órganos.
Así que menos lobos, Tacirupeca…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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