Hasta
la llegada de los neocom a las Cortes
españolas, la tarea de las payasadas parecía reservada en exclusiva a los
miembros de Izquierda Republicana de Cataluña, de quienes partían las mayores
tonterías dichas con el más solemne y campanudo de los tonos.
Quizá
molestos por haber perdido ese puesto de preeminencia clownística, el bigotudo Tardá y el barbudo Rufián (aunque aquí da
lo mismo poner la palabra con la inicial en mayúsculas que en minúsculas) han
redoblado sus esfuerzos, no por ganarse el sueldo que religiosamente les paga
esa España que, según ellos, no hace más que robar a Cataluña, sino por
concitar las risas más estruendosas.
Porque
no cabe tomar más que como una broma de mal gusto el que hayan propuesto que la iluminación navideña no se encienda hasta que excarcelen a los golpistas en prisión. Como muy bien ha venido a decir la Guardia Civil en Twitter, que dejen
de joder la marrana y no se carguen la ilusión de los niños.
La
siguiente chanza ya fue de traca. El del bigote entrecano proclamó que se
habían causado vejaciones a los
exconsejeros en prisión. ¿Y en qué había consistido, según su señoría,
semejante trato vejatorio? Pues en ponerles una y otra vez la Marcha Real o,
por otro nombre, el himno nacional español.
Pero
hombre, Juanito, si la solución era muy sencilla: que lo silbaran, como hacéis
cada vez que suena en la final de la Copa de fútbol de Su Majestad el Rey.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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