El
octavo volumen de la saga de Barsoom sigue el esquema clásico que ya esbocé al
comentar el séptimo. Si acaso, la novedad es que el protagonista principal
vuelve a ser John Carter, en lugar de cualquier otro héroe terrestre o
marciano.
De
hecho, esta novela podría pertenecer tranquilamente al género de espada y
brujería si no transcurriera en Marte (y sus satélites) y, en lugar de recurrir
a la ciencia (ficticia, pero ciencia al fin y al cabo), usaran la magia para
cambiar de tamaño. Por lo demás, reúne todos los tópicos del género: buenos
buenísimos, malos malísimos, villanos rastreros, villanos honorables, mujeres
despampanantes (parece que las terrestres se llevan el título de Miss Universo
sólo porque no participan las marcianas, porque ni una sola de las que aparecen
en las novelas de Burroughs es siquiera medio fea) que se enamoran
instantáneamente del héroe (o de los amigos del héroe cuando, como es el caso,
el corazón de éste ya tiene dueña), razas exóticas.
Por
lo demás, el final es lo único que se aparta de la norma, ya que el libro no
termina con un apasionado beso del héroe y su amada, sino de una estocada fatal
que el villano honorable asesta al malo malísimo, mientras que el villano
rastrero parece irse de rositas…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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