No
se puede decir que las distintas novelas de la serie de John Carter difieran en
su trama unas de otras en gran medida. La línea argumental puede sintetizarse
como sigue: chico conoce chica (o no, como se verá en el volumen que sigue a
éste), chico se enamora de chica, chica es raptada, chico parte en busca de la
chica, chico encuentra a chica un número variable de veces y la vuelve a
perder, chico conoce eventualmente a su verdadero amor, chico rescata
finalmente a chica (que es, casi inevitablemente, una princesa), chico y chica son felices y comieron perdices. A veces el
chico es John Carter, a veces es alguno de sus familiares o incluso otro varón,
marciano o terrestre. Todo ello aderezado con algún científico (loco, por
supuesto), algún tirano (depravado, naturalmente) y alguna raza peculiar de
marcianos (rojos, verdes o de cualquier otro color). Desde luego, no puede
decirse que Burroughs se rompiera demasiado la cabeza.
Pero
el propósito del creador de Tarzán no era, a buen seguro, crear una obra
literaria de una calidad y originalidad insuperables. Muy al contrario, su
objetivo sería, principalmente, ganarse las lentejas; y si para ello tenía que
reproducir una fórmula de éxito probado, que entretenía a los lectores, pues se
reproducía y santas pascuas.
Un luchador de Marte es el compendio
perfecto de todo lo que acabo de decir; de hecho, los elementos de la trama los
he extraído de su lectura. Pero engancha y es amena, que es de lo que se trata,
y por eso cumple. Resulta, eso sí, algo tedioso que cada vez que se hace referencia
a un personaje se suelte toda la retahíla de Fulanito de Tal, nosequé de Nosedónde, ya sea el narrador o uno de
los personajes quien lo haga. En ese punto, con toda esa verborrea
prescindible, Burroughs casi parece un político español de izquierdas actual…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario