Un
socialista es, en definición de Manuel Fraga Iribarne, alguien capaz de
sostener simultáneamente una cosa y la contraria y afirmar que ambas son
ciertas (y progresistas, añado yo). Un comunista parece ser alguien que, por
ser de ideología más extrema que un socialista, pasa en horas veinticuatro de sostener una cosa, luego la contraria y,
posteriormente, volver a la primera posición, sin que se me mueva ni una ceja
ni, por supuesto se le caiga la cara de vergüenza.
Tomemos
el caso de doña Rojelia, la alcaldesa
de la Villa y Corte. Cuando se avecinaba la aprobación de la aplicación del
artículo 155 de la Constitución a Cataluña (y no la aprobación del artículo en
sí, que lleva casi cuatro décadas aprobado… gaznápiros con el título de
periodista), se despachó diciendo que el cumplimiento de las normas no debería
hacerse coactivamente. ¡Y eso lo dice alguien que fue juez, nada menos!
Posteriormente, mientras los más extremados de sus extremos concejales evitaban
condenar el golpe de Estado en Cataluña y critcaban al gobierno, la provecta ex
abogada manifestaba que la aplicación del artículo 155 era inevitable. Para terminar, ¡átame esa mosca por el rabo!, evitar condenar en el pleno del Ayuntamiento el golpe de Estado en Cataluña, ya que la defraudadora al
fisco se abstuvo, igual que todos sus concejales, en el apoyo al Estado por la
aplicación del 155 en Cataluña.
Eso
es estolidez facial, y no la que produce el ácido botulímico.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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