Antes
de la aplicación (que no de la aprobación,
como repiten machaconamente los periodistas, puesto que lleva aprobado cerca de
cuatro décadas) del artículo ciento cincuenta y cinco de la Constitución, antes
de la manifestación españolista del pasado Domingo y antes de subirse al carro
del fervor patrio, los socialistas catalanes y, singularmente, su líder,
seguían dando una de cal y otra de arena… o dos de arena, más bien, asumiendo
que la arena sea lo malo y no lo bueno.
Hace
diez días, el maricatalufo proponía
un pacto de Estado para Cataluña, más
allá de aplicar el precepto constitucional, que reconozca la identidad nacional catalana.
Al
parecer, el socialista catalán pretenería seducir
a una amplia mayoría reconociendo algunas de los anhelos independentistas.
Mi análisis es que el efecto va a ser, precisamente, el contrario: los
secesionistas preferirán el producto genuino, mientras que los españolistas
huirán asqueados. Así pues, la amplia mayoría, más que ser seducida, será
repelida.
Y
el PSC, mientras tanto, más aún en caída libre.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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