O
no se enteran, o no se quieren enterar, pero los golpistas catalanes, al menos
allende los Pirineos, están cosechando el bochorno más espantoso. Tras lograr
engañar a algunos (básicamente, los que quisieron dejarse engañar) con su
manejo de los medios de comunicación, que les permitió presentar la actuación
del Estado y de sus fuerzas y cuerpos de seguridad como un ataque a la libertad
de (algunos de) los catalanes, el nefasto manejo que están haciendo de la
situación les va colocando en el lugar al que pertenecen: el estercolero de la
Historia.
Básicamente,
todo hay que agradecérselo a Cocomocho,
que a finales del mes pasado salió por piernas, junto a algunos de los miembros
de su consejo de gobierno, camino de Bruselas. Allí, un miembro del Gobierno
belga declaró factible concederle asilo político. Este miembro, de ideología separatista flamenca (Dios los cría
y el diablo los junta, parece), fue prontamente llamado al orden por sus
superiores.
Una
vez en Bélgica, ocurrieron dos cosas. En primer lugar, Cocomocho contactó con un abogado de etarras, lo cual indica, por
así decirlo, lo escasamente sólido de sus convicciones democráticas.
Entendámonos, todo el mundo, hasta el asesino más miserable, tiene derecho a un
juicio justo y a una defensa en condiciones. Pero, puestos a elegir un letrado
que te represente, lo mínimo es escoger a alguien que no haya defendido a según
qué tipo de gente (aquello de no sólo ser decente, sino también parecerlo).
En
segundo lugar, empezaron las mofas, befas y escarnio. El propio Gobierno belga
soltó una pullita, indicando a Cocomocho
que, cuando se pide la independencia, más vale quedarse con su pueblo. El del corte de pelo inefable, erre que erre,
siguió soltando perlas: que si no había ido a Bélgica, sino a Bruselas (se le
entiende –quería decir que no apelaba a los belgas, sino a las instituciones
europeas-, pero hay que reconocer que no alcanza la elocuencia de un Demóstenes
o un Cicerón); que si no había ido a pedir asilo; que si se fue porque no se
sentía seguro (pero dejó al estrábico con sobrepeso en Cataluña, amén de otros
consejeros); que si se hubieran quedado allí, hubiera habido una reacción violenta del Estado…
Y
la mofa, erre que erre. Se unieron los franceses, que ya sabemos cómo son para
estas cosas, calificando al huido de temible combatiente, y ya directamente, en las ruedas de prensa, los periodistas le
preguntan si es un cobarde.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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