Si
la tendencia de la Iglesia Católica (la jerarquía, se entiende) a silenciar y
ocultar los casos de abusos a menores por parte de ministros ordenados resulta
tan reprobable como las conductas sobre las que se echa un manto de silencio,
la actitud de la jerarquía catalana es ya, directamente, nauseabunda.
Han
salido recientemente a la luz casos de abusos a menores en relación con ese
enclave de secesionismo con barretina tapando la tonsura que es la abadía de
Montserrat. Acorralado, el abad ha pedido perdón por los abusos a menores, pero
no muestra la menor intención de renunciar al cargo.
Con
ser esto malo, peor es que se haya sabido que el abad vio en las denuncias voluntad de desprestigiar a Cataluña, lo
cual demuestra hasta qué punto tienen sorbida la sesera por la matraca
secesionista. Si a alguien desprestigian esas
denuncias no es a Cataluña, sino a la Iglesia católica en general (sobre todo,
a ojos de sus detractores). Sí desprestigia a Cataluña (o, al menos, a parte de
su clase política) el que Jorgito Poyuelo
y políticos de izquierdas encubrieran los abusos, y que el máximo
representante del Estado en Cataluña durante lustros incluso fuera a la abadía
para dar su apoyo.
En
cuanto a las declaraciones del abad, el único sobre el que echan una capa de
oprobio es él mismo; lo mismo que el arzobispo de Tarragona cuando, hablando
sobre los dos sacerdotes apartados por abusos a menores, declara que sus errores no son tan graves.
No hay comentarios:
Publicar un comentario