Comencé
la semana pensando que sin vocales
padecía un caso severo de complejo de inferioridad que busca combatir
encaramándose por encima de todo y de todos. No estoy convencido de que mi
diagnóstico sea el acertado –al fin y al cabo, estudié Derecho, no Medicina-,
pero de lo que sí estoy absolutamente seguro es que dctr Snchz es un completo sin vergüenza (separado).
Sólo
a una persona sin el más mínimo sentido del ridículo se le puede ocurrir que,
tras haber sido sospechoso de presentar una tesis doctoral que le escribieron
otros, ponga en el prólogo de su siguiente obra, negro sobre blanco, que este libro es fruto de largas horas de
conversación con Irene Lozano, escritora, pensadora, política y amiga. Ella le
dio forma literaria a las grabaciones, prestándome una ayuda decisiva. Y
tan decisiva: vamos a acabar creyendo que el ocupa de la Moncloa no sabe ni
hacer la o con un canuto.
Para
un sujeto como él, que cambia de idea más rápido que de colchón, que el código
ético del PSOE le prohíba cobrar por su libro le trae al pairo. Y sólo alguien
sin capacidad alguna de sonrojo puede soltar trola tras trola (falacias fácilmente
desmentibles por sus compañeros de partido, que deben estar lamentando no
haberle descabellado –politicamente- tras haberle dado la estocada), ufanarse
de que su primera decisión como presidente fue cambiar el colchón de la cama de
matrimonio de la residencia oficial o atreverse a interpretar los pensamientos del Jefe del Estado.
Con
todo esto, la conjunción planetaria
de Masturbito queda en una ocurrencia anécdotica de patio de colegio. Pedro
Sánchez está consiguiendo algo que resulta letal para un político con
aspiraciones: que todos se rían de él.
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