Aunque
conocía la existencia de esta obra, desconocía quien fue su autor. De hecho, si
la compré fue por una de esas casualidades por las que uno se cruza con un
libro de esos que uno debe leer y
decide comprarlo.
Supongo
que mucha gente incluiría El viento en
los sauces dentro de eso que se llama literatura
infantil, y lo haría con ánimo peyorativo. Pero el que una obra esté
escrita de manera que los niños puedan entenderla no significa que no sea apta
para los adultos, o que no trate temas serios e importantes con la suficiente
profundidad.
Es
más, si un adulto lee esta obra apreciará aquello que el autor pretendía,
quizá, elogiar: el compañerismo, la humildad, la generosidad, el
desprendimiento… Cualidades quizá manidas, pero importantes y, me temo, tan
difíciles de encontrar en la época en la que fue escrita la obra como resultan
hoy en día.
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