El
problema de que alguien ajeno a la política entre en ella –problema para él o
ella, se entiende- es que cuando era una persona normal pudo hacer o decir cosas que, una vez metido en política
resulten, por así decirlo, incovenientes.
En
el gobierno de Sin vocales hemos
tenidos sobrados ejemplos de ello: personas que, siempre dentro de la
legalidad, constituyen sociedades para así pagar menos impuestos; personas que,
en amigable y distendida conversación con un juez y un comisario de la policía,
departen sobre espionaje a personalidades con ánimo de chantaje, o de actos de
naturaleza sexual realizados con menores…
Pero
ese no es un pecado que afecte exclusivamente a la izquierda. En otros partidos
(los pomelos, por ejemplo), esta
circunstancia también se da. Es el caso de una tal Rocío Ruiz, recién nombrada consejera
de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía. Hace
algo más de un lustro declaró que las procesiones de Semana Santa son desfiles de vanidad y rancio populismo
cultural, entretenimiento de la plebe,
y se consideraba afortunada porque habían sido parte de esa espléndida, avanzada y culta civilización árabe.
Vamos
a pasar por alto el hecho de que, si permanecieran en esa civilización árabe
(musulmana) tan espléndida, tan avanzada y tan culta, probablemente no le dejarían expresar su opinión, mucho
menos meterse en política. Vamos a pasar también por alto que se le haya
ocurrido meterse con la Semana Santa y sus procesiones precisamente en la
llamada tierra de María Santísima. Lo
que de verdad importa es que, en esa postura tan esquizoide de donde dije digo digo Diego que parece
afectar últimamente a según qué políticos, doña Rocío se aferró al puesto
(porque, de dimitir, ni hablamos) y soltó que lo que dijo en 2.013 no representa ni lo que pienso ni lo que
defenderé como consejera de todos los andaluces.
Es
poco probable que yo entre nunca en política. Principalmente, y entre otras
razones, porque no me gusta desdecirme de lo que digo. Y si ahora digo que no
me gustan en general las películas españolas actuales ni me caen bien la
inmensa mayoría de los que en ellas intervienen, no quiero tener que verme en
la tesitura de poner por las nubes la reciente cinematografía española o de
decir que me iría de copas con todo su reparto.
Básicamente,
porque no bebo.
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