Lo
de los procesados por el golpe de Estado en Cataluña está alcanzando unos
niveles de surrealismo difícilmente superables. Probablemente, ni el genio de
Salvador Dalí habría sido capaz de plasmar semejante sarta de delirios e
insensateces. Porque, aparentemente, ni el enfrentarse a la posibilidad de
pasar años a la sombra (salvo que sepan algo que nosotros ignoramos) logra
refrenar su ansia de decir tonterías, insolencias o ambas cosas a la vez.
Por
un lado, uno de los Jorges defendió
lo que él llama desobediencia civil y
orgullo por el 1-O frente a los magistrados
del Supremo. En cuanto a lo primero, este hombre confunde el culo con las
témporas, porque la desobediencia civil se parece tanto a las sucesivas
algaradas violentas como los repetidamente mencionados Gandhi o Luther King al
mamarracho que los menciona. En cuanto a lo segundo, si quiere estar orgulloso
de lo que fue un golpe de Estado, perpetrado además con tanta escasez de estilo
como de valentía, allá él, es su problema.
Por
otro lado, la que fuera presidente de la asamblea legislativa regional, que ya
en la fase de instrucción lloriqueó ante el tribunal aludiendo a su condición
de abuela (habérselo pensado antes), muestra una ignorancia digna del personaje
de Geoffrey Rush en Shakesperare
enamorado (el que no paraba de repetir no
lo sé, es un misterio), ya que, preguntada por cómo se adquirieron las
urnas, contestó nadie sabe cómo se compraron las urnas, me gustaría saberlo.
Tenemos,
pues, una tierra en la que nadie celebra un referéndum que se vota en urnas que
nadie compró para realizar una declaración de independencia que nunca se hizo
efectiva, y en la que una política venida a menos que nada se ufana de haber
visto en ruso… una película muda.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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