Los
llamados partidos animalistas caerían
dentro de lo que algunos columnistas denominan ecologismo sandía, porque son verdes por fuera pero rojos por
dentro. Yo, personalmente, prefiero llamarles animatontos, por la cantidad de sandeces –que si somos
misericordiosos podríamos atribuir a una ingenuidad candorosa- que son capaces
de producir en un breve lapso de tiempo.
Sin
embargo, como dice el refrán, hay veces que suena la flauta por casualidad, y
hasta los más burros –como cada vez que los traigo a colación, pido
humildemente disculpas al noble jumento, un animal sufrido y mucho más
inteligente de lo que el arquetipo le atribuye- son capaces, de ciento en
viento, de decir algo inteligente, y te sorprenden.
Es
lo que sucede con Pacma, ese partido animatonto
español al que algunos sondeos auguraban conseguir un escaño en el Congreso de
los Diputados y que, finalmente, se ha quedado fuera de la cámara baja. Decía que
esta formación ha planteado una cuestión con la que, por una vez y sin que
sirva de precedente, estoy de acuerdo: exigen (estos nunca piden, nunca ruegan,
nunca solicitan: como todos los izmierdosos,
se consideran en posesión absoluta y excluyente de la verdad, y por lo tanto
exigen) no estigmatizar a las razas de perros potencialmente peligrosas.
Como
digo, estoy de acuerdo. En mi indocta opinión –nunca he tenido perro, y pocos
de mis conocidos han tenido algún ejemplar de dichas razas-, la culpa nunca (o
rara vez) es del animal, sino del dueño, que no lo ha educado convenientemente.
Es
como si estigmatizamos a los socialistas españoles por la sola razón de que su
fundador proclamó en sede parlamentaria que se saltarían el ordenamiento jurídico
cuando observarlo no conviniera a sus objetivos. A veces, muy de cuando en
cuando, te sale un político socialista decente y digno de respeto.
Pero
lo dicho, no les estigmaticemos.