Los
nacionalistas de cualquier especie (llámense pedecatos, peneuvistas, o
de Vox) suelen identificar con ellos mismos a la nación a la cual dicen
defender. Por ello, cuando alguien les critica lo más mínimo, enseguida se
suben a la parra y proclaman estentóreamente que el ataque se dirigue contra la
nación que sea (llámese Cataluña, Vascongadas o España).
Los
nacionalistas catalanes son especialmente proclives a esto: si se les critica,
se critica a Cataluña; si se les describe, se insulta a Cataluña; si se les
juzga, se juzga a Cataluña. En este orden de cosas, una de sus bestias negras
es el periodista Federico Jiménez Losantos, caracterizado por no morderse la
lengua ni cuando le convendría hacerlo.
Sobre
una de esas manifestaciones pretendidamente multitudinarias a las que tan
aficionados son los necionanistas
catalinos, sean sardanas, castillos humanos o cadenas, el turolense emitió
una serie de declaraciones. Conociéndole, estoy seguro de que les llamaría de
todo menos bonitos. Lógicamente, los susodichos –que tienen una epidermis muy
fina- se dieron por aludidos, se sintieron ofendidos e interpusieron una
querella –a través del consejo de gobierno regional, ése que empieza con ge y
acaba con de en español y con te en occitano barcelonés- por vulneración del
derecho al honor del pueblo de Cataluña.
La
justicia, que es lenta pero, a veces, acaba llegando, ha puesto las cosas en su
sitio y el Tribunal Supremo ha dejado bien claro que Jiménez Losantos no vulneró el derecho al honor del pueblo de Cataluña, y que en la demanda
presentada por el abogado de la Generalidad se equipara incorrectamente la
parte con el todo. Es decir, que por mucho que lo rebuznen, los necionanistas, sus mamandurriados y sus corifeos ni son ni representan a
todo el pueblo de Cataluña (aunque el citado órgano ejecutivo debería).
Los
demandantes fueron condenados en costas. Probablemente, siendo de donde son,
eso sea lo que más les ha dolido…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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