A
los políticos en general se puede aplicar la frase de haz lo que digo, y no lo que hago. De los de izquierdas españoles
se puede predicar, dándole la vuelta a la sentencia anterior, que fíjate en lo que digo y haré justo lo
contrario.
Fijémonos,
por ejemplo, en el Chepas. Propugna
la igualdad entre hombres y mujeres, e incluso a rebautizado a su formación
como Unidas podemos, término que será
todo lo inclusivo que se quiera, pero
que tal y como marcha el idioma español en la actualidad le deja
automáticamente fuera de la misma, por muy secretario general que sea... y aúpa
o depone de puestos de relevancia a su pareja sentimental de turno (eso por no
decir que la inmensa mayoría de los que han ocupado cargos importantes en el partido
parecen varones, por muy capitidisminuidos que sean algunos). Llevaba a gala
seguir viviendo en el mismo barrio humilde en el que se crió y desde el que
tronaba contra la banca, pero a las
primeras de cambio se ha mudado a un chalet de lujo en una zona bien adquirido mediante una hipoteca ventajosa de una de esas
entidades bancarias a las que tanto denostaba.
La
progresía también es muy activa, de palabra, en relación con los medios
públicos de comunicación. Cuando no los controlan claman por la pluralidad informativa, la imparcialidad y todas esas cosas que,
cuando ponen sus zarpas sobre esos medios, olvidan a las primeras de cambio,
purgando a aquellos que no tragan con sus ruedas de molino, colocando a mujeres
(presuntamente) atractivas como locutoras de informativos (ya es casualidad que
todas las periodistas de La Secta
caigan dentro de eso que, por simplificar, se da en llamar tías buenas… ¿por qué no pondrían a la Albóndiga a dar las noticias, por poner un ejemplo?) o
disfrazando como destitución estratégica
lo que no era sino una dimisión por discriminación salarial de quien era la
jefa de deportes de Televisión Española.
Lo
dicho, todo un ejemplo… de lo que no hay que hacer.
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