Las
instituciones europeas le han hecho tantas faenas (desde el punto de vista de
algunos de nosotros) a España que, la verdad, cuando por fin actúan con un
cierto criterio (mismo punto de vista que el mencionado anteriormente), nos
quedamos con la mandíbula colgando.
Y
esta semana hemos tenido dos ejemplos seguidos: primero, el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos desestimó el recurso de Carmen Forcadell contra el Tribunal
Constitucional. Y a renglón seguido, sin darnos tiempo apenas a aplaudirles, el Parlamento Europeo impidió a Cocomocho y
a un tal Comín (que, la verdad, ni sé quién es ni me importa lo más mínimo, no
hay más que ver con qué compañías se junta) entrar a su sede para tramitar sus
acreditaciones de parlamentarios europeos.
Y
mientras, en España, pasito a pasito: la Fiscalía confirmó la acusación de
rebelión contra los golpistas y su petición de veinticinco años de cárcel para
Junqueras; pidió, además, que los condenados no obtengan el tercer grado hasta
que cumplan la mitad de la pena.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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