Un
viejo adagio castellano dice que se coge antes a un mentiroso que a un cojo. Otra
versión sería que la mentira tiene las patas muy cortas. Mi corolario sería
que, en general, mentir no sale a cuenta, porque tras la primera mentira tienes
que seguir mintiendo para sostener la primera falsedad, y la tarea se vuelve
cada vez más complicado. Dicho de otra manera: para ser un buen mentiroso lo
importante no es la falta de escrúpulos, sino una inteligencia despejada.
Pedro
Sánchez carece totalmente de escrúpulos (también de vergüenza, pero ese es otro
asunto). Lo ha demostrado a lo largo de su carrera política, lo demuestra cada
día en cada uno de sus actos y, con casi total certeza, seguirá demostrándolo
hasta que desaparezca en la nada de la que nunca debió salir.
Primero
dijo que elaboró una tesis. Cuando se alegó que copió como un escolar de primero
de EGB, lo negó. Cuando se demostró que había copiado, se sacó de la manga un
informe de un programa informático detector de plagios que, supuestamente,
demostraba que no había plagiado. Pero hace un par de meses el Consejo de
Transparencia y Buen Gobierno confirmó que Moncloa mintió (pobre metonimia: si
el palacio no ha dicho esta boca es mía…) para salvar la tesis de Sánchez: el
famoso informe que certificaba que la tesis no había sido plagiada no existió
pese al comunicado oficial de Moncloa al respecto.
Pero
si a este tío tuvieron que escribirle su propio libro de memorias, por amor de
Dios…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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