La
pretendida superioridad moral de la
izquierda suele quedar por los suelos cuando es confrontada con la
realidad.
Tomemos,
por ejemplo, el caso de la pareja mandante
entre los neocom: presumían de vivir
en un barrio obrero, pero se han mudado a un chalet de lujo vigilado las
veinticuatro horas por la Guardia Civil; defienden la igualdad entre hombres y
mujeres, pero las parejas del chepas
son encumbradas cuando están próximas a él y arrinconadas cuando la llama de la
pasión se apaga; no se ponen un traje de chaqueta y corbata para acudir a actos
oficiales y solemnes como una audiencia real, pero son capaces de calzarse ropa
de sport que cuesta un ojo de la
cara.
Más
o menos en esa línea de mueve el caso de la presidente de una organización
llamada Infancia libre que, en un
curioso retruécano, fue detenida hace un mes por secuestrar a su hijo y tenerlo oculto sin escolarizar. Aunque esta joyita
figuraba como asesora próxima a los neocom,
tras su detención Junior se apresuró
a negar la relación de su formación con la detenida.
La
cosa tiene todavía más delito (valga el chiste fácil) si consideramos que los
psicólogos habían advertido ya que la colaboradora de los neocom (si, Junior, sí: la verdad es la verdad, aunque la niegues
cienes y cienes de veces) era un grave riesgo para su hijo.
Y
a gente con este ojo para seleccionar colaboradores es a la que los españoles
han entregado la clave para la gobernación (que no la manida gobernabilidad) de España.
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