El
juicio a los golpistas catalanes está dejando palmariamente claro, entre otras
cosas, la soberbia que empapa todas sus actuaciones. La duda que queda es si
dicha soberbia se debe a un injustificado complejo de superioridad o al hecho
que lustros y lustros de transgresiones impunes les han persuadido de que
podrían continuar semejante línea de conducta indefinidamente.
De
lo que no parecen darse cuenta, aparentemente, es que ahora no se están jugando
los cuartos con la clase política española (tan criticable en muchos aspectos
además de en el trato condescendiente que han dado a los regionalismos
delinquidores), sino con la judicial; en concreto con un tribunal presidido por
un magistrado que, según todos los indicios, está decidido a no dejar pasar ni
una bromita.
Solo
desde esa soberbia puede entenderse la desfachatez con el que una miembro de
los Click Unidos de Paletonia, quizá
pretendiendo hacer un chiste, declare que con su peso contribuyera a chafar el capó del coche de la Guardia
Civil. Básicamente, porque eso contradice el entramado que han intentado
levantar y defender, vez tras vez, de que el golpe de Estado fue todo
pacifismo, sonrisas y buen rollo.
Y
malversaciones a mansalva (del dinero de todos, Pixidixit: el dinero público no es de nadie, sino de todos), como
han puesto de manifiesto las peritos de Hacienda en su comparecencia.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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