La
semana pasada quedó bastante al descubierto –por si hubiera alguien que no se
hubiera percatado ya, para lo que habría que tener tapados permanentemente los
ojos, los oídos y el entendimiento- la ínfima catadura moral de los golpistas
catalanes.
En
primer lugar, la sedicente y sediciosa asamblea nacional catalana puso de
manifiesto que la legalidad española se la pasa por el escroto: amenazó con
liberar a los golpistas que están siendo juzgados en el Tribunal Supremo si
finalmente resultaban condenados.
Algo
que parece cada vez más próximo –la condena, digo-, porque hasta los testigos
de la defensa emiten declaraciones que perjudican a aquellos a quienes en
teoría deberían favorecer. Así, un testigo de la defensa del exconsejero de Interior
–en concreto, el que fuera jefe de los antidisturbios de la policía regional-
desmontó la tesis del golpe de estado cívico
y pacífico al describir la hostilidad y violencia separatistas en el asedio
a la consejería de Economía.
O
todo es muy evidente, o están muy cagados. O lo segundo por lo primero. Veremos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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