Los eventos asociados al llamado orgullo gay (para simplificar; luego
hablaremos del tema) comenzaron como una serie de concentraciones reivindicando
la igualdad de derechos para el colectivo al que agrupan. Sin embargo, con el
devenir de los años han ido degenerando (y pocas veces mejor empleado el verbo)
en una especie de bacanal procaz, repugnante y sectaria
De todo ello hemos tenido ejemplo en el
aquelarre que tuvo lugar en Madrid hace un par de semanas. Para empezar, una
diputada de Vox puso de manifiesto que de ese dinero que es de todos (aunque
para alguna indocta no sea de nadie) se destinaron casi quince mil euros para la adquisición de preservativos extraforte para sexo anal (y luego va la bruja Piruja y quiere que se deje de mandar a la gente a que la den por culo porque resulta una expresión homófoba). Es decir, que a esos eventos no se va principalmente
a reclamar igualdad y derechos sino, por decirlo pronto y mal, a follar como
locos (bacanal).
Pero es que, además, muchos de los
asistentes van, por llamarlo de alguna manera, disfrazados de mamarrachos con
todos los estereotipos negativos asociados a ese colectivo: mucho cuero, mucho correaje, mucha lencería, mucha piel
al aire y mucha connotación sexual (procaz).
En estas fiestas, además, han circulado
fotos en las que participantes en los festejos
aparecen en posturas digamos poco
convenientes: un varón pasado de peso refrotando su culo contra un paseante
aparentemente ajeno al jolgorio, u otro varón, musculoso y en pelota picada,
refrotando sus partes pudendas con el plantígrado que forma parte de la
representación escultórica del escudo de la Villa y Corte (repungnante).
Finalmente, en estas concentraciones –al
menos en las españolas- se lanzan dicterios e invectivas, se hace mofa, befa y
escarnio y se busca ofender, no a todas las confesiones religiosas, sino casi
en exclusiva a una sola: el catolicismo, sus fieles y su jerarquía. No dicen
nada de protestantes u ortodoxos, y mucho menos de los musulmanes, esa
confesión que, como suelo decir yo, en los casos más extremos no sólo condena a
los homosexuales al infierno (simplificando, eso también lo hacen los
cristianos, al menos según los del colectivo)
sino que también les paga el viaje; sólo de ida, por supuesto (sectario).
Pero es que, además, la izmierda se ha apropiado de esto, como
hace con casi todo, y lo utiliza con afán partidista y partidario. Al igual
que, para algunas (ya hablaremos de eso otro día), si no eres de izquierdas no
puedes ser feminista, los únicos homosexuales aceptables (por el colectivo) son los de izquierdas, y los
únicos partidos admitidos son los de izquierdas: a los demás los vetan (PP),
los tildan de homófobos aunque en su
programa no aparezca –y reto a cualquier lector que me demuestre que estoy
equivocado- ni una sola medida de ese tipo (Vox) o, si les admiten, se dedican
a acosarlos, insultarlos, agredirlos y criticarlos (Ciudadanos).
Estas agresiones son justificadas por
algún ministro en funciones viniendo a decir que determinadas decisiones
políticas tienen consecuencias (iba a poner a
saber cómo habría reaccionado si fuera a la inversa, pero sabemos
perfectamente cómo habría reaccionado), mientras que la franquicia andaluza de
los de la mano y el capullo (por aquello de llevar la contraria a Sin vocales y sus corifeos, supongo, más
que por sentido común y de la decencia) se desmarcó del nacional y condenó las agresiones a Ciudadanos.
Como un retroprogre antes muere que reconocer que ha mentido, el ministro cocinó un informe policial que negaba las agresiones a los dirigentes de Ciudadanos en la manifestación. El documento
sostiene que sólo hubo insultos y que no se lanzó ningún objeto peligroso,
salvo alguna botella de plástico vacía.
La izquierda mediática justificó el boicot a ciudadanos… mientras que un
sindicato policial puso en tela de juicio la validez del informe (en el sentido
de que había sido hecho de aquella manera)
y negó su veracidad, puesto que reconoció agresiones, no sólo a los políticos,
sino a las propias fuerzas del orden.
Voy terminando. Como dije al principio,
se habla de orgullo gay por
simplificar. Pero claro, eso sería sexista y había que incluir también a las
homosexuales femeninas, es decir, a las lesbianas. A esos dos colectivos se
unieron después los bixexuales (LGB), los transexuales (LGBT), los queer (LGTBQ), los intersexuales
(LGTBQI), los asexuales (LGTBQIA)… y así hasta las más de setenta identidades de género que al parecer
hay. Puesto que semejante proliferación de microcolectivos
amenaza con hacer inacabable el acrónimo, servidor ofrece, gratis et amore, una alternativa breve, sencilla y que, además,
resulta absolutamente elástica: no importa cuántos grupúsculos más puedan aparecer,
porque resultarán inmediatamente subsumibles en la sigla que propongo. Dicha
sigla sería Noche (o, como suele
decirse, si lo estilizamos resultaría
NoC/He): No Cisgénero/Heterosexual.
Porque todos los integrantes de la ristra de letras son, o bien no
heterosexuales, o bien no cisgénero, o bien ambas cosas. Ahí queda.
Lo más irónico de todo es que, si uno
consulta Wikipedia, resulta que en el sustrato de todo están una serie de
protestas ante las Naciones Unidas por la existencia de campos de trabajo en Cuba en los que se buscaba reeducar a los homosexuales; campos
promovidos, entre otros, por ese psicópata, asesino de masas y homófobo furibundo cuya efigie tantos asistentes a esas concentraciones portan.
El sustrato aparece en la versión inglesa del artículo dedicado al Día Internacional del Orgullo... no así en la española. No es que me sorprenda, la verdad: un homosexual de izquierdas español es primero de izquierdas, y luego homosexual. Lo de español, ya si eso, lo dejamos para otro día...