Cada
vez que alguien señala la talla de Felipe González como estadista –sí, ya sé
que José María Aznar también tiene sus sombras, pero aquí se trata de atizar a
la izquierda- me viene a la memoria aquella escena en la que, con cámaras de
televisión cerca, el sevillano se preguntaba en voz alta si a los jueces (se
refería a los de la Audiencia Nacional, si no recuerdo mal) nadie les decía lo que tenían que hacer.
Se
ve que, como estudio Derecho durante el franquismo, eso de la separación de poderes
y de la independencia judicial se le escapaba. Además, un par de décadas antes
su compadre Guerra ya había dado por muerto y enterrado al barón de
Montesquieu.
Y
de aquellos polvos –la politización de los órganos judiciales- viene estos
lodos. Hace unas semanas nos enteramos de que magistrados del Tribunal Constitucional
(apodado prostitucional casi desde su
nacimiento, teniendo en cuenta que convalidó contra toda lógica jurídica la
expropiación de Rumasa) próximos al PSOE maniobraron
para tramitar un recurso sobre la inmunidad de Junqueras. Por lo visto, el
Supremo -conocedor de la maniobra en el Constitucional- decidió plantear una
cuestión prejudicial ante la Justicia europea.
Por
una vez, parece que la rivalidad entre los dos más altos tribunales españoles
puede ofrecer un resultado positivo, en lugar del bochorno más absoluto.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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