En el periodo que medió entre el
triunfo de la moción de censura que dctr
Snchz sacó adelante apoyándose en racistas, comunistas y terroristas, y la
celebración de las últimas elecciones generales, y dentro del uso escandaloso
que Sin vocales hizo de los bienes e
instituciones del Estado en su exclusivo interés y beneficio, llamó
especialmente la atención el funcionamiento del Centro de Investigaciones
Sociológicas, el famoso CIS.
Siempre se ha dado por hecho que el
CIS, por así decirlo, barría para casa.
Es decir, que cocinaba los resultados
de las encuestas (siguiendo con la metáfora, la única encuesta que se sirve cruda es el resultado de la jornada
electoral) de manera lo más halagüeña posible (maximizando las alzas,
minimizando las caídas) al partido que en ese momento ocupaba el poder, fuera
cual fuera éste.
Sin embargo, con Tezanos al frente el aliño demoscópico rebasó todos los
límites anteriores. El PSOE en general y Pdr
Snchz en particular obtenían unos resultados tan favorables, y el resto de
fuerzas políticas tan desastrosos, que uno no acababa de explicarse cómo el ocupa de La Moncloa no daba cumplimiento
a su promesa (sí, ya, que este individuo cumpla una promesa es un imposible
metafísico, o casi) y convocaba elecciones de inmediato.
Al final quedó demostrado que no era
para tanto y, aunque el PSOE fue la fuerza más votada (era difícil caer más
bajo con unos votantes tan incondicionalmente fanatizados como los socialistas
y una formación neocom en caída
esperemos que libre), ni de lejos consiguió los escaños suficientes para
asegurarse la reelección de Pedro Bello
como presidente del Gobierno.
Pero, pasadas las elecciones, el CIS no
parece haber escarmentado, y el último barómetro que ha hecho público, a
comienzos de este mes, ofrece unos porcentajes de voto verdaderamente epatantes: cuarenta por ciento a los suciolistos,
dieciséis por ciento al partido pomelo,
catorce por ciento a los populares,
trece por ciento a los neocom y un
cinco por ciento raspado a Vox.
Ante esto, caben dos alternativas: o
estamos en manos de unos mentirosos compulsivos sin escrúpulos ni vergüenza, o
España se está volviendo gilipollas perdida. La verdad, no sé cuál de las dos
posibilidades me aterra más…
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