Quizá
el PSOE no naciera siendo un enemigo de España, aunque el hecho de que durante
su primer siglo de vida se declara marxista ya daba una indicación de por dónde
iban los tiros (en algunos casos, de manera literal).
Sin
embargo, sobre todo a partir de la Segunda República, quedó demostrado que a
los de la mano y el capullo sólo les interesaba el poder: adquirirlo,
conservarlo y usarlo. Y si para ello tenían que saltarse la legalidad –como proclamó,
tan pichi, su fundador en sede parlamentaria-, llegar al atentado personal –nueva
proclama parlamentaria de Senior, más
tarde tristemente refrendada por los hechos- o aliarse con los adversarios de
la Patria, ya fueran internos o externos, pues se hacía.
Bastantes
parecen haberlo olvidado, pero hace ahora cuatro décadas los dirigentes de la franquicia vasca del partido caminaban tras pancartas en las que se podía leer Viva Vascongadas Libre (en vascuence,
por supuesto), y mostraban su comprensión y simpatía a los asesinos del hacha y
la serpiente. Fueron los socialistas los primeros que negociaron, que se sepa,
con los asesinos; fueron los socialistas los que siguieron haciéndolo aunque
hubieran firmado un pacto por las
libertades y contra el terrorismo, y aunque hubiera muertos encima de la
mesa.
Así
las cosas, no es de extrañar que uno de esos asesinos avale el pacto de
Gobierno entre suciolistos y neocom diciendo que es el mejor de los gobiernos posibles, una
posibilidad que, por desgracia, cada vez parece más cercana.
El
mejor… será para ellos, claro. Para España será un desastre.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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