En la política española no hay cultura
de diálogo. Ni en la reciente, ni en la anterior (en el franquismo no se
dialogaba, el Caudillo mandaban y los demás obedecían), ni en la previa (el
modo de dialogar de la izquierda
cuando perdían unas elecciones oscilaba entre el golpe de Estado y el fraude
electoral, pasando por el asesinato de los rivales), ni en ninguna.
Por ello, cabría disculpar a unos y a
otros (derechas e izquierdas, izquierdas y derechas) la extraña manera en que gestionan
las negociaciones para recabar u ofrecer apoyos para gobernar. Tan pronto se
procede a un reparto previo de carteras ministeriales sin encomendarse ni a
Dios ni al diablo como se habla de derechita
cobarde o, más recientemente, se llama acojonado y lameculos a un dirigente político para pedirle que negocie como gente normal.
Hasta donde yo sé, la gente normal, cuando se la llama acojonado y lameculos, lo que hace,
aunque pudiera serlo (a nadie le gusta que le echen las verdades a la cara), es
pillarse un cabreo de tres pares de dídimos y mandar al interlocutor a freír
espárragos (trigueros, probablemente).
Va a ser por eso que servidor no es
probable que entre en política…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario