Los embusteros y los totalitarios comparten,
al menos, un rasgo de carácter: ambos llevan muy mal que les arrojen las
verdades a la cara. Y si son ambas cosas, el enojo no se duplica, sino que se
eleva al cuadrado.
Que hasta hace cosa de un año los
franquistas en España eran cuatro gatos es algo que creo que casi nadie se
atreverá a negar. Otra cosa es los antifranquistas, especialmente los
sobrevenidos, que esos son legión. Sin
vocales llegó al gobierno a lomos de golpistas, comunistas y
filoterroristas (el PNV lo es: recordemos lo del árbol y las nueces) y casi lo
primero que dijo fue que iban a sacar al Generalísimo de su tumba en la
basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Como los adventistas del séptimo día (mutatis mutandis, evidentemente), proclaman que la salida de los restos
mortales del Caudillo es inminente… y
posponen continuamente la fecha. Resulta que aquellos que no son ellos (léase,
los paniaguados del dctr Snchz) y,
por lo tanto, no están sujetos a su voluntad –empezando por la familia del
finado y acabando por las autoridades eclesiásticas, del Papa para abajo-
presentan objeciones, cuestionan sus decisiones y, en definitiva, no colaboran,
con lo que la cosa se dilata.
Próxima su marcha, el nuncio en España –que,
me he enterado, por el hecho de representar a la Santa Sede es el decano delcuerpo diplomático- ha soltado una verdad como un templo: que la actuación del
gobierno de Pdr Snchz pretende resucitar a Franco con su exhumación. La
vicepresidente del Gobierno reaccionó como una hiena, tildando las palabras de improcedentes e inaceptables (obsérvese
que no dijo que fueran falsas o inexactas).
Lo que siguió (por parte de la política
española, no por parte del Vaticano, que prefirió guardar un prudente silencio;
algo que los progres no lograrían
aprender ni a martillazos) no tiene ningún desperdicio. Entresaco algunas
frases:
- Tiene que estar en las reglas de comportamiento
diplomáticas. Estas declaraciones no me han extrañado, ya he tenido alguna
conversación difícil con el Nuncio. Va a tener una respuesta contundente por
parte del Estado español. Aquí hay que
precisar que si la conversación ha sido difícil, cabe que la culpa sea de la interlocutriz y no del representante
diplomático; también conviene señalar que la respuesta no vendría del Estado español, sino de su gobierno
(en funciones). Para remate, la perita (autodidacta, claro) en diplomacia ha reconocido
que no se puso en contacto con el nuncio después de leer la entrevista.
- La respuesta contundente consistió en una serie de va a’s, es decir, de amagar y no dar: Va a haber una queja formal al Estado del Vaticano. Va a recibir una queja por una injerencia de esta naturaleza, por las formas en que se ha producido y los contenidos impropios de cualquier legación diplomática que (al Vaticano) le afecta muy directamente porque los restos de Franco están en una Basílica. La gaznápira ésta no debe saber (reconozco que hasta ayer mismo yo tampoco lo sabía) el nuncio no es representante del Estado del Vaticano, sino de la Santa Sede. Que para los incultos que defienden que el dinero público no es de nadie pueden ser lo mismo… pero que no lo son.
- Y vuelta la burra al trigo: la susodicha espera que el Vaticano de alguna manera ponga las cosas en su sitio, ya que el nuncio (según ella) no debe tener otra posición más allá de las instrucciones de su Estado de no obstaculizar.
Resumiendo: que si el rey está desnudo,
está desnudo, dígalo Agamenón o la egabrense.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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