Cuando
empecé a escribir en este blog –aunque no tan al principio como pensaba:
pronto, en términos puramente numéricos sobre el total de entradas, aunque ya
era el tercer año en el que escribía algo- critiqué las tonterías que es capaz
de publicar un medio de comunicación. Creo que no había vuelto a tocar el tema
hasta ahora, así que, una década después, ahí van tres ejemplitos.
El
primero es la noticia de que Sofía Loren regresará a la gran pantalla –perifrástica
manera de decir que actuará en una película de cine- a sus ochenta y cuatro años, y que
la dirigirá su hijo Ponti. Teniendo en
cuenta que el marido de la actriz italiana era el productor Carlo Ponti, igual
se podían haber ahorrado el poner el apellido (creyendo que era el nombre
evidentemente) después de hijo porque,
la verdad, no aclara nada. Menos mal que luego, en el cuerpo del artículo,
especifican.
El
segundo fue un pasaje en un artículo que ahora no recuerdo, pero que debió ser
hace un par de semanas, donde decían que a Ramón Serrano Suñer le llamaban el cuñadísimo por ser hermano de Carmen Polo. Hombre, salvo que fueran hermanos de
distinto padre y de distinta madre –curiosa manera de ser hermanos, por otra
parte-, uno no se explica esa absoluta disparidad en los apellidos (cosa que
sólo se da en el mundo de la farándula: Shirley McLaine y Warren Beatty, Joan Fontaine y Olivia de Havilland, Catherine Deneuve y Françoise D’Orleac…). En
realidad, dona Carmen y don Ramón no eran hermanos (salvo políticos), sino
cuñados: Serrano Suñer estaba casado con Zita Polo, hermana de la esposa del
Generalísimo, a la que sería infiel, dando así origen a uno de los culebrones
del franquismo (pero esa es otra historia). Aunque hay que reconocer que concuñadísimo no tiene la misma carga
retórica, no señor.
Finalmente,
y con motivo del quincuagésimo aniversario del alunizaje del Apolo XI, una
locutora de radio vino a decir que Armstrong había sido el primer hombre en pisar
la Luna en la historia de la humanidad. Como le dije a mi padre, ¡no iba a ser
en la historia de los mosquitos! Pero, con tal de no estarse callado, un
locutor radiofónico puede decir las mayores perogrulladas posibles.
¡Qué
país, Miquelarena, qué país!
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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