Quizá sea porque servidor ha votado al
PP toda su vida, y hay grandes probabilidades de que siga haciéndolo, pero
pienso que el menos responsable actual de la actual situación de la derecha
española es precisamente el máximo responsable histórico de la misma:
precisamente, el PP. Me explico.
El PP no tuvo opciones de ser
partido de gobierno hasta que consiguió aglutinar bajo unas mismas siglas a la
gran mayoría del espectro político a la derecha del PSOE. Cuando lo logró, a su izquierda tenía
a un CDS residual; a su derecha, a una serie de partidos de extrema derecha sin
opciones reales de conseguir representación parlamentaria. Si el espectro
político va del uno al diez (de izquierda a derecha), digamos que el Pp tenía
del cinco al ocho u ocho y medio.
El principio del fin se produjo tras
los atentados del 11-M (queremos saber), la asunción de la culpa que falaz y
falsamente le endosó la izmierda
(encabezada por ese Mefistófeles de la política recientemente fallecido, que de
hombre de Estado tenía lo que yo de
arzobispo de Constantinopla) y la implantación de ese tancredismo que tan bien
ejemplificó y ejerció Mariano Rajoy. Cuando en el congreso de Valencia dijo aquello
de, sobre poco más o menos, si los
conservadores y los liberales no están a gusto, que se vayan, estaba
prefigurando, sin saberlo quizá, el futuro a diez años vista.
Porque –vamos a admitir las
asignaciones partitocráticas- si al PP le quitas los conservadores por la
derecha (Vox) y los liberales por izquierda (Ciudadanos), te quedas en el
esqueleto. La mayoría absoluta de 2.011 fue un espejismo, porque enfrente
tenían a un PSOE en descomposición tras el Rodrigato;
las relativas de 2.015 y 2.016, otro, porque a un PSOE todavía no recompuesto
le había salido por la izquierda un forúnculo neocom que consiguió engañar a millones de ingenuos (alguno conozco
que es buen amigo mío).
Pero con conservadores y liberales
fundando sus propios partidos –que, con las expectativas de lo nuevo, han obtenido unos resultados
apreciables-, y un PSOE recompuesto con lo único que de verdad le mantiene
unido –el ansia irrefrenable y sin escrúpulo ninguno de alcanzar y ostentar el
poder-, unido al lógico desgaste de la extrema izquierda, el PP ha estado a
punto de dejar de ser segunda fuerza nacional. Ha caído más bajo de lo que cayó
el PSOE porque éste (simplificando) sólo se dividió en dos, mientras que él lo
ha hecho en tres.
Hasta aquí, la Historia; ahora, el
momento presente. Y el momento presente es que el PP se encuentra, valga el
chiste, en el centro de la derecha, con lo cual está obligado a tender puentes
a uno y otro lado. Está haciendo lo que puede, procurando templar gaitas con
unos y con otros, pero sin conseguirlo. Y creo que, en este caso, la culpa es
sobre todo de Ciudadanos, cuyo líder parece haberse creído que puede llegar a
ser califa en lugar del califa (de cualquiera de los dos califas: del de la
derecha primero, y del de la nación después). O eso, o sufre un ataque grave de
maricomplejinismo y se niega a
aparecer en una foto con los de Vox, por miedo al qué dirán de los medios de comunicación.
Pues, en una mezcla entre la doctrina Mafalda y el ladran luego cabalgamos, si se dejara de
pamplinas y aceptara firmar un pacto a tres, estaría haciendo lo correcto. Habría
puesto los intereses del país por delante de los del partido, y habría dejado
de tocar las narices de un partido cuyos escaños necesita sí o sí para poder
alcanzar gobiernos municipales y regionales. Porque lo que no es de recibo es
pedir los votos sin ofrecer nada a cambio; que, en política, (casi) nadie hace
nada gratis et amore.
En esto, Vox está demostrando una mayor
altura de miras, o quizá una mejor inteligencia política. Hace dos semanas –que
es de cuando data el primero de los titulares de este hilo-, daba un giro a su estrategia de negociación en la Comunidad de Madrid, renunciando a los cargos y
priorizando las medidas; aseguraba
que el PP deja de ser su socio preferente
y reclamaba que los tres partidos firmasen el programa, pero si exigir mesa de
negociación a tres. Algo que me pareció que, en relación a su postura anterior,
era incluso mejor, a efectos de imagen (y ya se sabe que, en la política
actual, la imagen lo es –casi-todo).
Pero diez días después, donde dijeron digo decían Diego, o casi. Porque Abascal pidió a Casado y Rivera una reunión a tres para desbloquear las situaciones en Madrid y Murcia, explicando que si no
se producía esta cita a tres su próximo paso sería proponer gobiernos en
solitario del PP (al que, al fin y al cabo, están más próximos
ideológicamente).
La reacción de los otros dos partidos
fue la que han venido manteniendo casi todo este tiempo: Rivera rechazó la
reunión a tres, mientras que el PP, buscando templar gaitas, firmaba un acuerdo
programático con Cs que incorporaba tantos puntos del programa del partido
verde que, según la candidata popular a
la presidencia de la Comunidad de Madrid, Vox no tendría motivos para decir no.
Pero los tuvo, o al menos lo dijo: hace
dos días rechazaron el pacto popó (populares y pomelos), advirtiendo que no habría pleno con candidato hasta que,
cosas de la aritmética parlamentaria, ellos dieran su apoyo; ayer mismo
mantuvieron esa postura.
Y hoy… ¿quién sabe lo que pasará hoy?
Sobre todo, porque esto lo estoy escribiendo ayer.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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