domingo, 5 de noviembre de 2017

Bien, mientras la fiera siga despierta

No me canso de repetirlo. Lo más imprudente que han hecho los golpistas catalanes ha sido tocarle las narices a la generalidad (empleo el sustantivo a propósito, como cabe suponer) de los españoles. No sé lo que durará la cosa (España también se soliviantó con el asesinato de Miguel Ángel Blanco, y veinte años después tenemos a sus asesinos cómodamente asentados en las instituciones), pero de momento reconforta.
Y no me refiero sólo a la proliferación de banderas en ventanas y balcones; hasta yo, que no soy demasiado amigo de unirme a corrientes generalizas, he colgado una de mi ventana. No la que tengo con el anterior escudo oficial, no fuera a ser que soliviantara opiniones, sino otra comprada para la ocasión en un chino (que son los que de verdad se están haciendo de oro con todo este asunto).
No, me refiero al hecho de que, sea cual sea la ocasión, los que se sienten españoles no se cortan un pelo en mostrarlo. Y eso vale tanto para un encuentro de fútbol contra el Farça (ese club que ha declarado recientemente que no quiere ser utilizado políticamente; será porque ya se encargan ellos solos de posicionarse, como llevan haciéndolo desde no se sabe cuánto),  en el que las gradas se llenan de banderas de España, como para el hecho de que, aterrizando tras acompañar a Cocomocho en su rueda de prensa en Bruselas, dos exconsejeros regionales fueron recibidos al grito de ¿Os habéis hecho caca, Forn, os habéis hecho caquita?
No, hombre, qué va: todos sabemos que los golpistas catalanes son gente bragada y echada p’alante. No hay más que ver a sus dos últimos líderes, por ejemplo…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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