viernes, 17 de noviembre de 2017

La doncella de la Luna

Cuando adquirí el volumen que recoge la llamada Trilogía de la Luna, de Edgar Rice Burroughs, no entendí demasiado bien el porqué de presentar tres obras juntas (mejor para mí, que así me las leo del tirón). La cosa quedó aclarada al observar que, más que novelas, son lo que los angloparlantes llaman novellas, es decir, novelas cortas, de apenas cien páginas cada una. Además, según he comprobado al ojear el posfacio de la obra (no debido a la pluma de Burroughs, sino de un tal J.P. Laigle, imagino que un estudioso de la obra del creador de Tarzán y John Carter), las tres partes de la trilogía surgieron del rechazo por los editores de lo que inicialmente fue una obra unitaria.
No deja de ser significativo que, apenas un lustro después de la revolución bolchevique, un autor aparentemente tan ligero como Burroughs percibiera con asombrosa claridad hacia dónde se dirigía la revolución. Sin embargo, esa perspicacia no aparece en esta primera parte, que es más bien una historia clásica como las que aparecen en el Ciclo de Barsoom. Si exceptuamos el que transcurre en la Luna (y no en Marte), más concretamente en su interior hueco (y no en la superficie), y que los terrestres llegan en una nave espacial (y no por algún medio cuasi místico nunca bien explicado), la cosa resulta archiconocida: héroe valiente y hercúleo, mujer alienígena de belleza despampanante, extraterrestres malvados y violentos, luchas a espada cada cierto tiempo…
Lo que me sorprende es que los lectores de Burroughs no se cansaran de leer, vez tras vez, la misma historia con distintos personajes. Claro, que quizá no soy yo el más indicado para decirlo, puesto que cuando me decían que cómo me podían gustar Los Serrano si la trama era la misma episodio tras episodio, respondía que precisamente por eso.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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