martes, 28 de julio de 2020

Reflexiones atemporales (IX): Despolitizar la Justicia

Desde que a finales del siglo XVIII Charles de Secondat, barón de Montesquieu, formulara la doctrina de la separación de poderes, tal hecho se ha convertido, en algunos países, en una mera entelequia.
Es el caso de España, en la que, tras la malhadada Ley Orgánica del Poder Judicial, éste quedó sometido a la partitocracia que impregna toda la vida política española. Si hubiera verdadera voluntad, esta situación podría revertirse. Sin embargo, no la hay: a pesar de sus proclamas, mientras estuvieron en la oposición, de reformar la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, el hecho es que cuando el PP ganó las elecciones con mayoría absoluta en 2.011, las cosas siguieron como estaban… o peor. Y ahora, con la irrupción de neocom por la izquierda y Vox por la derecha -Ciudadanos ha quedado reducido a la práctica inanidad parlamentaria-, la elección puede convertirse en una merienda de negros.
Como digo, la solución sería fácil. Dos ideas: que los miembros del Tribunal Constitucional, al modo de los del Tribunal Supremo estadounidense, fueran vitalicios, elegidos con una mayoría muy cualificada, lo que redundaría en su independencia de criterio y haría que los partidos políticos se pensaran muy mucho a quién proponen; y que los miembros del CGPJ fueran elegidos, de entre los propios miembros de la carrera judicial (jueces y fiscales), por ellos mismos.
Una cosa más: el haber ocupado un cargo político inhabilitaría, si no permanentemente, sí por un periodo de tiempo prolongado (digamos cinco o diez años), para ocupar cualquiera de los puestos citados, u otros de designación política. Como la Fiscalía General del Estado, o la Dirección del Servicio Jurídico del Estado. Por ejemplo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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