jueves, 9 de septiembre de 2021

Andrés Manuel, fíjate en Sebastián

Una de las divisiones que se pueden hacer en el colectivo de los gobernantes es la que distingue entre populistas y serios. Los primeros son, por regla general, un desastre como gobernantes: llámese Chaves, Iglesias, Morales… Los segundos no tienen por qué ser beneficiosos para su país, en el sentido de que ser una persona seria no te convierte, necesariamente, en alguien eficaz: por muy armado que se esté de las mejores intenciones, uno da de sí lo que da de sí.

En el curso de un mes hemos tenido en Hispanoamérica sendos ejemplos de lo que digo en el párrafo anterior. Curiosamente, del país más al Norte de la región (esto es, México) y uno de los dos más al Sur (me refiero a Chile).

El presidente de México, López Obrador, es un populista típico. Promete la luna, y cuando no consigue cumplir su promesa, la culpa es de los demás (comportamiento muy humano, por lo demás). Por otra parte, como es común entre los izquierdistas de uno y otro lado del charco, echa la culpa de la (teóricamente) mala situación del continente en general, y de su país en particular, a la conquista española: por lo visto, los dos siglos transcurridos desde la independencia no habrían servido para nada.

Así, a mediados del mes pasado, AMLO (como es conocido) pidió perdón por la catástrofe de la conquista española, al tiempo que hacía referencia a los quinientos años de resistencia indígena. Esta última afirmación me suscita algunas cuestiones: ¿contra qué se han estado resistiendo los indígenas durante cinco siglos? ¿El hablar de medio milenio implica que también se han resistido a lo que sea después de la independencia, y no sólo antes? Puesto que fueron conquistados, ¿sirvió de algo su resistencia?

Como decía, en el otro extremo -geográfico, ideológico y hasta ético e intelectual- se encuentra Sebastián Piñera, presidente de Chile. Hace apenas unos días reivindicó ante Su Majestad el Rey de España, don Felipe VI, a quien Dios guarde muchos años, la actualmente tan vilipendiada figura de Cristóbal Colón (de oficio, descubridor, como decía la película), al tiempo que ensalzaba el legado de España en Hispanoamérica.

Y si no, que miren como andan los indígenas al Norte del Río Grande (casinos aparte), que esos sí que se resistieron…

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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