Los
secesionistas catalanes van recorriendo, pasito a pasito, el camino hacia el
segundo y, según ellos, definitivo referéndum de independencia. Uno no acaba de
tener claro si esa parsimonia se debe a un exceso de prudencia, buscando que Madrit no les corte las alas, o bien a
no tener demasiado claro qué es lo que quieren ni hacia dónde van, lo que
también podría interpretarse en el sentido de que tienen muy claro que, de
seguir así, van directos al precipicio.
Así
las cosas, hace casi un mes, esa especie de Jano bifronte que dirige los
destinos (y los desatinos) de los catalanes, una cara con un aliño capilar
francamente imposible, y la otra con un párpado caído, anunció que en otro acto solemne, a realizar el cuatro de
Julio (ahora que lo escribo, dado el afán entre mesiánico y simbolista que
recubre todos los actos de esta gente, quizá lo hicieran para que coincidiera
con la declaración de independencia de Estados Unidos), explicarían cómo sería
el butifarrendum II.
Lo
malo es que dos semanas después de esa solemnidad todavía no tienen urnas, y en
cuanto al registro de catalanes en el exterior, la cosa sólo puede calificarse
de fiasco: sólo se han apuntado cinco mil sobre un censo de doscientos mil.
Dando por bueno el censo, una adscripción del dos y medio por ciento (ni
siquiera llegan al simbólico tres por
ciento) resulta francamente paupérrima, hasta para los estándares que
maneja esta gente.
Un
petardazo, vamos
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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