La
aceleración del proceso secesionista catalán –hacia el precipicio, para los que
sabemos que España es un algo mucho
más antiguo y mucho más real como entidad política que esa entelequia que se
han fabricado los necionanistas;
hacia alguna especie de edén utópico y superchupiguay,
según los de la barretina y el caganer-
está haciendo que salten las costuras que, mal que bien, mantenían unidos
algunos sectores de la sociedad catalana.
Está
el caso de los suciolistos de la
región, siempre en una especie de ten con ten entre España y Cataluña, aunque
paulatinamente más esquinados hacia las tesis separatistas. El alcalde de
Blanes, de esa formación, ha comparado a España con el Magreb –algo no tan
descabellado ni demasiado original, porque desde hace casi milenio y medio se
viene diciendo que los españoles somos medio moros, y por aquello de África comienza en los Pirineos-… y ha
equiparado a Cataluña con Dinamarca (algo ya más traído por los pelos, porque
Cataluña, que se sepa, está al Sur de los Pirineos, lo que les hace tan moros -y tan poco escandinavos- como al resto de los habitantes de la piel de toro).
Y
luego está el caso de las altas jerarquías católicas en la región, cada vez
menos etimológicamente católicas, porque la inmensa mayoría se declara catalanista, cuando no abiertamente a favor del sedicente derecho a decidir. Mientras, en el Vaticano, el jesuita de blanco
imita a Poncio Pilatos y se lava las manos…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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