martes, 18 de julio de 2017

Las palabras se las lleva el viento y lo escrito permanece

Se supone que los diarios de sesiones de las cámaras legislativas, al igual que los libros de actas de los órganos colegiados, sirven para dejar constancia fidedigna, ya que no fehaciente, de todo lo que se dice y hace en dichas cámaras. Sin tales diarios de sesiones no tendríamos constancia de, por un lado, la brillantez de los oradores de épocas pretéritas ni tampoco, por otro, de las amenazas de asesinato proferidas en sede parlamentaria contra, por ejemplo, el presidente del Consejo de Ministros o el jefe de la oposición.
Por ello, el que la tercera autoridad del Estado haya mandado retirar del diario de sesiones de la cámara baja los insultos que ese charnego cuyo apellido le retrata a la perfección profirió contra el ministro del Interior supone un flaco favor. Un flaco favor para ella, por mostrar que está afectada por ese melindrosismo que parece permear la gran mayoría de la sociedad actual. Un flaco favor al ofendido, puesto que ya no quedará constancia de por qué se ofendió. Un flaco favor al ofensor, puesto que, visto que el no retirar sus palabras no tiene consecuencia ninguna, se envalentonará y proseguirá por la senda de zafiedad por la que actualmente transita.
Y un flaco favor a las futuras generaciones, que ignorantes del nivel al que descendió la oratoria parlamentaria española, en la segunda década del siglo veintiuno después de Cristo, probablemente profundicen todavía más en esa degeneración del discurso político.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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