El
hecho de que el Athletic de Bilbao se mantenga en la costumbre de fichar
únicamente jugadores vascos es algo entre encomiable y pintoresco. Lo de vascos hay que tomarlo con pinzas,
porque nadie diría que un bigardo de piel oscura y apellido Williams tenga el
mismo origen que otros de apellido, pongamos como ejemplo, Zubizarreta, Zarraonaindía o Iruretagoyena.
También
hay que poner en cuarentena eso con los que se le llena la boca a algunos de
que el equipo de San Mamés sea el único que podría enviar a toda su plantilla a
la selección española. No hace tanto tiempo que militó en sus filas un muchacho
de apellido Lizarazu, indudablemente vascongado, sí… pero de los vascos del
otro lado de los Pirineos.
Ese
apego a la tradición –el vasco por antonomasia es, sobre todo, cabezón, tanto
en el sentido puramente antropométrico como en el del carácter- ha tenido como
consecuencia, en aquellas etapas en las que la cantera (o los oriundos) no daba
tanto de sí, que los blanquirrojos hayan estado en un tris de descender de
categoría, cosa que ha pasado en varias ocasiones (el acercarse al precipicio,
no al despeñarse).
Ahora
se ha montado la de Dios es Cristo con la posibilidad de que un tal Youssouf
Diarra, natural de Mali, pueda militar en las filas del tercer equipo de los leones. Debe ser que para estar
considerado como formado en la cantera tienes poco menos que haber mamado leche
euscalduna, porque si has nacido lejos, aunque tengas ocho (y hasta dieciséis)
apellidos vascos, no eres lo bastante vasco ni aunque no te quites la chapela
ni para ducharte.
Estos
no han caído que los del Bilbao nacen donde les sale de… el pitorro de la
boina.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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