Las
dos repúblicas que en España han sido (y que no haya más…) se han proclamado de
manera tanto ilegal como ilegítima (y ambas han tenido consecuencias
desastrosas para el país, la segunda más que la primera probablemente porque
duró más; pero esa es otra historia).
Ilegal,
porque no se proclamaron siguiendo el procedimiento establecido –estaría dispuesto
a apostar, y los que me conocen saben que yo no suelo apostar, que es que ni
siquiera había un procedimiento previsto… con lo que la proclamación sería
entonces alegal-, sino que se hizo a la buena de Dios, como quien dice de un
día para otro.
Ilegítimas
fueron ambas proclamaciones; si hubiera habido una cierta legitimidad, podría
haber operado como atenuante de la ilegalidad, hablando en términos penales.
Especialmente en el caso de la segunda –a la primera nadie parece echarla de
menos, salvo quizá algún despistado en Cartagena (y digo esto por hacer el
chiste, no porque tenga un dato concreto)-, que se proclamó tras unas
elecciones municipales (no, por lo tanto, a las Cortes) en las que, además, los
partidos republicanos (o pro república) obtuvieron menos votos que los
monárquicos (o no republicanos). Pero a la izquierda, eso de respetar la
legalidad vigente es algo que siempre se ha pasado por el epidídimo.
Y
hasta ellos mismos lo reconocen, aunque no abiertamente. El último en hacerlo
ha sido esa prueba palmaria de que Darwin tenía razón –es imposible negar el
parentesco nada lejano del sujeto con los póngidos-, que ha afirmado, tan
campanudo, que el poder local es una palanca que nos puede dar otro 14 de Abril de 1.931.
A
este muchacho le recomendaría que se repasara las efemérides, porque la que
viene después del 14 de Abril es la del 18 de Julio… y ya sabemos cómo terminó
aquello.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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