La
corrección política es una de las grandes lacras del mundo actual. No sólo hay
que tener mucho cuidado con lo que se dice y cómo se dice, no vaya a ser que se
hiera –que se herirá, tenedlo por seguro- alguna de las múltiples sensibilidades (aunque quizá habría que
decir hipersensibilidades) que
pululan por ahí. También es puesto bajo el escrutinio del ojo inquisidor todo
lo que se dijo en el pasado, y así se produce la sinrazón de censurar la novela de Huckleberry Finn por el hecho de usar la
palabra negro… por más que, hace
siglo y medio largo, en el Sur de los Estados Unidos a los negros se les
llamara… precisamente, negros.
Uno
podría pensar que la ciencia, por su carácter eminentemente objetivo y, valga
la expresión, científico, quedaría al margen de esta atmósfera de estulticia,
pero no. Como bien dijo Einstein, la estupidez humana no conoce límites, y ha
llegado hasta la ciencia. En concreto, a la revista Nature (la categoría científica
de esta publicación daría para otra entrada, o para varias, pero vamos a aceptarla
por mor de la brevedad), que en sólo dos días, a mediados del mes pasado,
propició dos titulares, a cual más abracadabrante.
El
primero fue que había publicado un documento en el que trece (mal número si no
crece) profesores se quejan del racismo de la expresión supremacía cuántica. En
sus propias palabras:
Desde nuestro punto de vista, "supremacía" tiene connotaciones de violencia, neocolonialismo y racismo por su asociación con el "supremacismo blanco". Un lenguaje inherentemente violento se ha filtrado también en otras ramas de la ciencia; por ejemplo, en el contexto del vuelo espacial humano y robótico términos como "conquista", "colonización" y "asentamiento" evocan los argumentos de terra nulius [tierra de nadie] del colonialismo y deberían ser contextualizadas en contra de las actuales corrientes neocolonialistas.
Por
si esto no fuera suficiente, al día siguiente saltaba la noticia de que la
misma revista había incluido a la novillera sueca como una de las personas más relevantes en el ámbito de la ciencia. Que
el semanario Time haga lo propio,
considerándola persona del año, pase,
porque poca gente ha dado más la tabarra en el año recién terminado que la
escandinava de la infancia robada, pero ¿en el ámbito de la ciencia?
Aunque
claro, podría considerarse un ejemplo de lo que no hay que hacer en ciencia,
esto es, hacer afirmaciones como si fueran dogmas de fe y considerar chorradas los postulados adversos. En tal
caso sí que sería relevante.
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