Según
el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, este término
(proveniente del árabe hispánico ḡannám,
y este del árabe clásico ḡannām)
tiene como primera acepción la de mozo de
labranza, y como segunda la de hombre
fuerte y rudo.
La
primera vez que oí la palabra, lo recuerdo bien, estaba en segundo de BUP. Y me
llamó la atención porque quien la empleó no era precisamente uno de los más
brillantes de la clase, sino más bien todo lo contrario; no quizá por falta de
inteligencia, sino de voluntad y capacidad de atención. Un tío un poco revoltoso,
vamos. Desde entonces, siempre que la he oído o dicho ha sido en tono
peyorativo, asimilándolo a grosero, maleducado y otros calificativos en esa
línea.
Viene
todo esto a cuento porque, cuando he ido leyendo las noticias por las que Sin vocales va desgranando los
individuos –este gabinete que viene hará que los de Rodríguez parezcan, por
comparación, los Siete Sabios de Grecia- que integrarán su consejo de
ministros, le he comentado a mi padre que lo menos malo que puede decirse del
recién elegido presidente del Gobierno es que es un maleducado (aunque el
término en que pensaba es el que da título a esta entrada).
Porque
en política, y más en democracia, las formas son importantes. Y lo suyo es que
el presidente del Gobierno, por muy vedette
que sea, informe primero al Jefe del Estado (esto es, Su Majestad el Rey) de
quiénes van a ser los miembros de su gabinete, en lugar de irlos desgranando de
uno en uno, a través de la prensa, para ir consiguiendo titulares. Como lo suyo
es también que esa comunicación se haga con una visita al Palacio de la
Zarzuela, en lugar de usar una vulgar llamada telefónica (si yo fuera Su
Majestad, haría que contestaran a Pierre
Nodoyuna que no se podía poner).
Y
luego, claro, está la hipertrofia del gabinete. Puesto que había que dar carteras
ministeriales a los neocom, pero no darles poder, la solución era
desdoblar departamentos, con la parte del presupuesto en manos socialistas. Así,
en el área de trabajo y Seguridad Social, ésta es encomendada a los socialistas, y aquél a los comunistas. Cuando ya sólo quedaban por saberse los
titulares de Justicia y Cultura, desde Moncloa calificaban de bombazos a los elegidos.
¿Lo
fueron? Psé: respectivamente, la pareja de la tercera autoridad del Estado y el
número dos socialista en la asamblea legislativa de Madrid. Más
que bomba, pedorreta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario