sábado, 18 de enero de 2020

Gañán

Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, este término (proveniente del árabe hispánico ḡannám, y este del árabe clásico ḡannām) tiene como primera acepción la de mozo de labranza, y como segunda la de hombre fuerte y rudo.
La primera vez que oí la palabra, lo recuerdo bien, estaba en segundo de BUP. Y me llamó la atención porque quien la empleó no era precisamente uno de los más brillantes de la clase, sino más bien todo lo contrario; no quizá por falta de inteligencia, sino de voluntad y capacidad de atención. Un tío un poco revoltoso, vamos. Desde entonces, siempre que la he oído o dicho ha sido en tono peyorativo, asimilándolo a grosero, maleducado y otros calificativos en esa línea.
Viene todo esto a cuento porque, cuando he ido leyendo las noticias por las que Sin vocales va desgranando los individuos –este gabinete que viene hará que los de Rodríguez parezcan, por comparación, los Siete Sabios de Grecia- que integrarán su consejo de ministros, le he comentado a mi padre que lo menos malo que puede decirse del recién elegido presidente del Gobierno es que es un maleducado (aunque el término en que pensaba es el que da título a esta entrada).
Porque en política, y más en democracia, las formas son importantes. Y lo suyo es que el presidente del Gobierno, por muy vedette que sea, informe primero al Jefe del Estado (esto es, Su Majestad el Rey) de quiénes van a ser los miembros de su gabinete, en lugar de irlos desgranando de uno en uno, a través de la prensa, para ir consiguiendo titulares. Como lo suyo es también que esa comunicación se haga con una visita al Palacio de la Zarzuela, en lugar de usar una vulgar llamada telefónica (si yo fuera Su Majestad, haría que contestaran a Pierre Nodoyuna que no se podía poner).
Y luego, claro, está la hipertrofia del gabinete. Puesto que había que dar carteras ministeriales a los neocom, pero no darles poder, la solución era desdoblar departamentos, con la parte del presupuesto en manos socialistas. Así, en el área de trabajo y Seguridad Social, ésta es encomendada a los socialistas, y aquél a los comunistas. Cuando ya sólo quedaban por saberse los titulares de Justicia y Cultura, desde Moncloa calificaban de bombazos a los elegidos.
¿Lo fueron? Psé: respectivamente, la pareja de la tercera autoridad del Estado y el número dos socialista en la asamblea legislativa de Madrid. Más que bomba, pedorreta.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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