Empiezo
el año comportándome como un sujeto grosero y maleducado (vaya novedad, me dirán algunos), pero es que no puedo resistirme a
poner por escrito el pensamiento malvado que me asaltó.
Resulta
que doña Rojelia, tras dejar la
primera línea de la política municipal, en lugar de dedicarse a ponerse al día
con Hacienda, o cocinar magdalenas (por dar dos alternativas así, a bote
pronto), sigue empeñada en decirles a los demás lo que deben hacer. En esto
hace honor a su ideología comunista (por más que alguien que conozco y que la
votó jura y perjura que no, que la juez filoetarra no es comunista),
totalitaria y dirigista como pocas.
Resulta
que la buena señora (empleo este último término en su sentido marxista… pero de
Groucho, no de Carlos, cuando dijo aquello de disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco demasiado
bien) se ha lanzado a -¡a sus años! ¿No tendrá nada mejor que hacer?-
concienciar a los jóvenes sobre sexualidad, tirando para ello de la
correspondencia, por lo visto bastante abierta y descriptiva, que Carlos III dirigió a sus padres con motivo de la entrada en la vida matrimonial y sus goces de
alcoba.
Ya
llego a la grosería. Lo que pensé fue que, si la susodicha tiró de esas
epístolas, fue quizá porque, dada su provecta edad, resulta posible que
conociera personalmente al mejor de sus antecesores en el puesto de primer edil
de la Villa y Corte.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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