De
todas las series de superhéroes que ha habido en la televisión, ésta era de la
que menos conocimiento tenía sobre su fuente impresa. Poco más que la premisa,
la de un grupo de superhéroes adolescentes cuyos padres son un grupo de
criminales. Y eso era todo.
Por
lo tanto, casi todo lo que he visto en las tres temporadas –y cortas, además-
que ha durado la serie me ha resultado desconocido, y además no he percibido desviaciones
de la fuente escrita (básicamente porque, como digo, la desconozco). La serie
me ha resultado entretenida, y según escribo caigo en que es una especie de Sensación de vivir (salvando las
distancias, claro) con superpoderes.
Tampoco
está demasiado claro el tono de la trama, oscilando entre la ciencia ficción –tecnología,
extraterrestres- y la pura fantasía –brujería-, y a veces combinando ambas. Por
otra parte, el final, aunque abierto, se intuye un poco apresurado, quizá por
el afán de Disney de circunscribir a su propia plataforma televisiva todas sus
series de superhéroes (lo que explicaría perfectamente el cierre de la serie hermana de ésta, Capa y Puñal, como de las de Netflix, algunas de las cuales eran
éxito de crítica y público).
En
relación con esto último, es curioso comprobar como DC, que de momento fracasa
estrepitosamente en crear su propio universo superheroico cinematográfico, ha
decidido obviar su mucho más exitoso y cohesionado universo superheroico televisivo, en el que cada superhéroe es perfectamente consciente de la existencia
de los demás y en el que incluso parece que integrarán a la serie más longeva
de todos, Smallville, o al primer Flash.
Y
es que, no por nada, los de DC fueron los inventores de las Tierras (o los Universos) alternativas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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