Lo
peor de los progres (probablemente
esta entrada la haya repetido muchas veces con un montón de continuaciones
distintas, lo cual implica que, al menos desde mi punto de vista, los progres
tienen un montón de cosas que me desagradan en grado sumo y todas por igual) es
que suelen disfrazar de defensa de unos determinados principios lo que no es
más que, lisa y llanamente, una falta de educación flagrante.
Sea
el acudir a una audiencia real sin corbata, o en vaqueros, o con los puños de
la camisa remangados; o ir por el Congreso de los Diputados con una sahariana,
o sentarse en un sillón cruzando una pierna sobre la otra (pero no apoyando la
corva, sino la pantorrilla, sobre la rodilla que no se levanta) y enseñando la
suela del zapato. En fin, grosería en grado sumo.
Esta
es una posible interpretación para que, tras la toma de posesión del nuevo
Gobierno, quien haya acudido a un acto sobre la (llamada) violencia de género
sea el ministro de Sanidad (socialista), y no la de Igualdad y demás zarandajas
(neocom; la calientacamas, para ser precisos), que creo que tenía una
entrevista a esa hora, o algo así (en cualquier caso, algo muchísimo más
importante –nótese la ironía, por favor- que ir a un acto en contra de aquello
contra lo que braman día sí y día también).
La
otra posibilidad es que, directamente, quisieran hacerles un feo a los neocom. Que todo es posible…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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