Una
de los motivos fundamentales (bueno, supongo que las cinco palabras –sí, las he
contado- que abren esta entrada son una mera fórmula retórica, porque, la
verdad, nunca me he preocupado de establecer una gradación en las causas que
fundamentan mi postura) por los que no comparto los postulados de los alarmistas climáticos (desconozco si el
nombre se me ha ocurrido a mí solo o, por el contrario, lo he rescatado de esa
acumulación de datos que es mi memoria, pero desde ahora intentaré llamarles
así… o, mejor, alarmados climáticos,
que aunque no sea semánticamente exacto –para muestra, Albert Gore- sí que
estoy bastante seguro de que es absolutamente mío) es por su tendencia a, vamos
a llamarlo así, falsear los datos.
Porque,
si están en lo cierto, los datos fríos (o calientes, tanto da) deberían ser
suficientes para apoyar sus afirmaciones. Pero falsean las estadísticas,
falsean las fotos (o, por mejor decir, las presentan para que los incautos
piensen en el sentido que ellos desean, y no en el verdadero) y, sobre todo, son demagogos. Como la novillera sueca (porque hace novillos en
la escuela, no porque lidie reses en el ruedo), que presenta lo excepcional
como si fuera lo habitual, al aparecer en el suelo de un vagón de ferrocarril,
rodeada de maletas.
Es
decir, implicaba que había tenido que viajar así. Pero la Renfe alemana ha puesto las cosas en su sitio, y en un comunicado
hecho público en las redes sociales ha señalado que la niñata había viajado
cómodamente en primera clase, y que su demagógica proclama correspondía a un
breve lapso en el que, creo, había tenido que ir así durante un transbordo. Enfrentada
a la realidad, la progre niña Greta
tuvo que reconocer la exactitud del aserto germano, y recular. Quizá todavía
haya algo de esperanza para ella…
...aunque, en realidad, yo tampoco creo que la haya.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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