Hubo
un tiempo en el que la palabra de España era Ley. No sólo en Europa, sino en el
mundo entero. Ese tiempo pasó hace mucho. El cetro del poder pasó primero a
Francia, luego al Reino Unido y, tras eso, a una especie de totum revolutum en el que Estados
Unidos, Rusia (antes la URSS) y China hacen más o menos lo que quieren (los que
dicen que, tras la caída del muro de Berlín –como metáfora o metonimia de la
caída del bloque soviético-, Estados Unidos quedó como la única superpotencia
mundial olvidan –reconozco que hasta que me he puesto a escribir esta entrada
no había pensado demasiado sobre ello- que la China comunista siempre ha estado ahí, aunque no siempre haya
hecho demasiado ruido).
Los
progres critican la foto del trío de las
Azores. Critican que Aznar compadreara con George Bush. Vale, quizá no
fuera el mejor presidente de los Estados Unidos (aunque, como ya he dicho otras
veces, tampoco creo que sea el peor, ni siquiera el peor de los últimos), pero
¿cuántos dirigentes mundiales han puesto, ante testigos, los pies sobre la mesa
del llamado hombre más poderoso del mundo?
Sin
embargo, lo ganado por Aznar lo dilapidó Rodríguez en un abrir y cerrar de
ojos. Y desde entonces no levantamos cabeza, a pesar de que por superficie,
población y tamaño de nuestra economía, somos uno de los primeros países de la
Unión Europea (quizá sólo por detrás de Alemania, Francia y –mientras ha
estado- el Reino Unido). Pero como no hemos sabido hacernos valer, nos toman
por el pito del sereno: un tribunal regional alemán le enmienda la plana al
Supremo de España sobre una euroorden contra Cocomocho, y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (que tiene
el mismo grado de prestigio jurisdiccional que, pongamos por caso, el Prostitucional español) afirma que el
bleferóptico obeso debería haber gozado de inmunidad en el momento en el que fue elegido eurodiputado para tomar posesión del escaño (también según escribo,
se me ocurre que pocos casos más claros he visto de lo que podría ser un fraude
de Ley… equiparable a los que, en su día, perpetraron Ruiz Mateos y Jesús Gil;
del polvo de los aforamientos vienen estos lodos).
Mientras
los secesionistas, crecidos subían el precio del chantaje a Sin vocales (aunque, la verdad, no sé
hasta dónde quieren que se baje los pantalones para que le enculen –y, con él,
a toda España- a gusto, si ya los tiene por los tobillos…), los únicos que, al
parecer, dicen las verdades del barquero señalaban lo obvio, al calificar lo
sucedido como un palo a España, un ataque a la soberanía nacional… y, a
riesgo de decir una perogrullada, indicaban que no se habrían atrevido a hacer
lo propio con Alemania.
Y
como guinda del pastel, el día de Reyes nos trajo la noticia de que el Parlamento europeo había reconocido formalmente como eurodiputados a los tres
delincuentes catalanes, los dos fugados y el que está entre rejas. Naturalmente,
los golpistas, sus cómplices y simpatizantes aplaudieron con las orejas. Los sodomizados
guardaron silencio.
Una
nota final: si a algún lector habitual le parece que últimamente mi estilo se
está volviendo más duro, más cortante, más desagradable en suma hacia los que,
a mi juicio, pretenden la destrucción de España tal y como la conocemos… tienes
razón, amigo mío.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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