Ayer mismo hablaba de que el
sentimiento imperante en las relaciones entre los dos partidos que forman el
Gobierno de España es la desconfianza mutua. Hoy comento algo que ocurrió hace
una semana, pero sólo veinticuatro horas después de la firma del potroloco.
Que Pedro y Pablo no se fían
personalmente el uno del otro (lo de que se caigan mal es punto y aparte) es
algo palpable. El socialista ha dado sobradas pruebas de que su palabra no vale
siquiera lo que la tapa del boli con el que escribe; el comunista, por su
parte, nunca ha ocultado que su ambición no es derribar el califato, sino ser
califa en lugar del califa. La cohabitación, por tanto, no ha sido querida,
sino requerida por las circunstancias: uno quería mantenerse en el poder del
Estado, y el otro en el de su partido.
Así las cosas, el que de momento tiene
la sartén por el mango es Sin vocales.
Por ello, procurará poner coto, todo lo posible y siempre que pueda, tanto al
poder del Chepas como a su libertad
de actuación. Y eso lo consigue, por un lado, dando a los comunistas
ministerios vacíos y, por otro,
elevando hasta el paroxismo el número de vicepresidencias: cuatro, finalmente.
Tanta superabundancia de iguales no
le sienta nada bien a aquel cuya ambición sólo es superada por su soberbia.
Ahora bien, que los neocom consideren
que la figura de Iglesias no se puede diluir…
Aunque, ahora que lo pienso, tienen
toda la razón. Al fin y al cabo, la mierda flota.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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