Mi
padre, cuando éramos pequeños –y no tanto- solía comentarnos que muchos de los
grandes escritores españoles del siglo de Oro eran, si no santanderinos, sí de
origen santanderino.
Los
necionanistas catalanes hacen
parecida afirmación, sólo que extendiéndolo a la generalidad (empleo el término
con toda intención) de las personalidades que en el mundo han sido -evidentemente,
no afirman que sean cántabros, sino catalanes-, de Adán en adelante: san José,
Cristóbal Colón (cómo no), Erasmo de Rotterdam, Santa Teresa de Jesús, Miguel
de Cervantes… y, ahora también, Calderón de la Barca.
No
les importa que en su viaje (el de Cataluña) de ida y vuelta a la corona
francesa a mediados del XVII, don Pedro militara en las filas de los leales a
la corona de Madrid, y que luego huyera de la ciudad condal a la Villa y Corte
para salvar el pellejo, lo que también explicaría su cambio de nombre.
Estos
catalanes casi parecen los antepasados del señor Chekov, de Star Trek, que sostenía que todo lo que
se había inventado en el mundo mundial (en el universo universal, habría que
decir) lo habían creado los rusos.
A
ver si el buen Pavel se llamaba, en realidad, Pau…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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