Uno
(es decir, yo) había pensado que la serie de entradas dedicadas al juicio a los
golpistas catalanes había terminado. Si en el fichero de Word donde voy
copiando los enlaces tenía, como primero de todos, las tres palabras, dos
signos ortográficos y dos cifras que constituyen el título de esta entrada, era
más que nada por un por si acaso, no
por un convencimiento real de que podría haber una trigésima entrada dedicada
al tema.
No
debería haber sido tan ingenuo. Como en el caso de Las mil y una noches, esto amenaza con ser el cuento de nunca
acabar. Mejor para mi blog y mi cuenta de Twitter, que así tendrán más
publicaciones… Pero a lo que vamos.
A
pesar de que llevan décadas pasándose por el escroto las resoluciones
judiciales que no les gustan, los secesionistas catalanes no dudan en clamar a
los tribunales españoles cuando lo estiman conveniente (para ellos). Cuando la
Junta Electoral Central acordó la inhabilitación del obeso bleferóptico, sus
abogados recurrieron al Tribunal Supremo (de la odiada, la opresora, la
fascista, la antidemocrática, España) solicitando la suspensión cautelar de
dicha inhabilitación.
Hoy
mismo, el alto Tribunal –cuya altura doctrinal, a mis ojos, es sólo escasamente
menos ínfima que la del Constitucional- ha rechazado suspender cautelarmente la inhabilitación de Junqueras (con jota, no con ye), concluyendo que no tiene inmunidad como eurodiputado y no debe ser excarcelado. La prueba de lo acertado
de la resolución es la indignación que ha creado en las filas secesionistas,
que han dicho otro golpe de Estado, de
ridículo en ridículo hasta el colapso final. Hombre, hay que reconocerles
que sobre golpes de Estado y sobre hacer el ridículo, un rato sí que saben.
Ladran,
luego cabalgamos
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario