En el tercer volumen de su saga, Douglas
Adams sigue disparando contra casi todo. La obra ha perdido la frescura de la
originalidad, pero a cambio tiene la ventaja de que ya conocemos a los
personajes principales, lo que permite al autor zambullirse de cabeza en todo
tipo de situaciones y escenarios, a cual más surrealista.
Sin embargo, todavía quedan algunos
puntos oscuros que, es de esperar, fueran resueltos en el resto de los
volúmenes. Sabemos ya que Zaphod se lobotomizó, aparentemente, a sí mismo. Lo que
no sabemos, o al menos yo no recuerdo que se haya puesto por escrito, es por
qué lo hizo.
Resumiendo: si te gustaron los dos
primeros volúmenes, te gustará el tercero, e incluso soltarás alguna que otra
carcajada; si no lo hicieron, es dudoso que te pongas a leer éste.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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